su confianza en Dios y en la Virgen;
su caridad, su coherencia moral,
su desprendimiento y su pobreza evangélica.
Llevando una vida de eremita, aquí, cerca deL
Tepeyac, fue ejemplo de humildad.»
Juan Pablo II, 6 de mayo de 1990
Juan Diego, que en 1990 Vuestra Santidad
llamó «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac» (L'Osservatore
Romano, 7-8 maggio 1990, p. 5), según una tradición bien documentada
nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a
la etnia de los chichimecas.Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua
materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».